Jennifer

Jennifer* llegó a mi vida un 14 de abril, era un día realmente caluroso, fue curioso cómo nos conocimos, nos topamos frente a un aparador, ella se encontraba viendo un vestido, lo miraba de tal forma, pensé en como lo admiraba, ese vestido debía tener algo que yo no alcanzaba ver, pues para mí... era simplemente, horrendo, así que decidido a saciar mi curiosidad decidí preguntarle qué era lo que le gustaba de ese vestido... -los colores- me contestó y asentí con la cabeza, pues tenía razón, la forma en que se mezclaban el negro, el naranja y el celeste… y claro, la discusión acerca de que mi negro, en realidad era un café obscuro, terminó cuando decidimos tomarnos un café a unos pasos de ahí.

Acordamos vernos al día siguiente, y ahí estaba ella, deslumbrante, con ese brillo en su mirada, tan cálido, tan especial, pensé en lo hermosa que se vería vestida de novia, sí, fue demasiado, pensé en nuestra boda y solo habíamos conversado un par de horas, pero una corazonada me decía que las cosas cambiarían...

Nuestra segunda cita transcurrió son problemas, por fin yo había aceptado que era en realidad un café obscuro, alegando que ahora la luz hacía verlo diferente al día anterior, claro, ahora era un día nublado, tenía eso a mi favor y así acepté gustosamente mi derrota... era café obscuro, ni negro ni azul... yo había perdido y en su rostro se traslucía una sonrisa de felicidad... de victoria...

Me comentó que vivía sola, sus padres se habían mudado, fue lo único que comentó y después, decidió cambiar de tema, recorrimos las calles contándonos anécdotas de la infancia, encontramos que nuestras pláticas podían extenderse sin encontrar un final, algunas regresaban después, otras simplemente divagaban de la manera más placentera... sin prisa, sin tiempo...

Fue la tercera vez que nos vimos cuando me invitó a su departamento, dudé un poco, pero al cabo de un rato acepté, la verdad tenía miedo... miedo a no poder sacarla de mi vida tan fácilmente, sí... eso mismo... a enamorarme... a tener nuevamente ese lujo que había prometido no darme otra vez... amar...

Aquel era un lugar realmente acogedor, sabía cómo decorar, era un lugar... envidiable... el sofá era de lo más cómodo, así que me senté casi hasta recostarme, seguíamos conversando, como si jamás terminaríamos de hablar, de contar... de decir tantas cosas que habían estado calladas... fue entonces cuando simplemente me acerqué, sin decir nada, como llevado por una fuerza extraña, sentí sus labios... no pude detenerme, la besé... y de nuevo... fue como aquella primera vez, cuando no lo no conoces y apenas lo descubres, eso eran cada uno de los besos, todos se convertían en el primero, se sentían diferente, nos abrazamos... ahora sin decir nada, simplemente dejábamos que nuestros labios hablaran por nosotros...

Entendí entonces que era demasiado tarde... pues... irremediablemente... ya la amaba...

HomeroMx

*Se ha cambiado el nombre para proteger a las inocentes.... ;)