sábado, 1 de agosto de 2009

Manuscrito I: El día que de entre las sombras surjan de nuevo esos caireles...

Recuerdo esos caireles que caían sobre sus hombros, tan claros y tan místicos... tan sutiles expresiones de seducción, dejándose mover a la voluntad del viento, a su voluntad...

Pronto descubrí que solo eran el reflejo de la mujer que los poseía, esa mujer a la que ningún hombre ha podido poseer... aunque algunos la han tenido, solo yo he podido sostenerla en mis manos y atender al ruego de esos cárieles que imploraban amistad...

La he sostenido entre mi pecho brindándole todo el valor que necesite, pero hoy la he dejado libre, con la plena seguridad de que volverá, pues sabe que su lugar está aquí, entre mis manos, aunque no necesite estar cerca de mí, a pesar de que esté lejos sentirá el calor de mi abrazo, aún si estuviera en el extremo opuesto del universo, sentirá que estoy junto a ella, sabrá que yo soy la sombra que la sigue sin cansarse, y en el día que de entre las sombras vuelvan a surgir esos caireles... estaremos por fin juntos... para continuar con esa amistad que comenzamos...


Con cariño para: Esbed I.


Homero César Martínez B.
11/ene/2000

1 comentario:

Palomilla Apocatastásica dijo...

Este de los caireles esta tierno, pero se nota un lenguaje más simple del que ahora usas. Si has crecido en eso. Creo que siempre es bueno ver en retrospectiva.