miércoles, 19 de diciembre de 2007

Fragmentos de una vida IV: Crónica de un Velorio

Ese lunes por la mañana nos dieron la noticia, habían fallecido los dos últimos hermanos de mi abuela, curiosamente, ambos lo hicieron a la misma hora, 5 a.m. pero a casi 300 Km. de distancia… lo primero que pensé al enterarme de la noticia fue que faltaban sólo 3 días para que se cumpliera el primer aniversario luctuoso de mi abuela y que ahora al fallecer ellos esa generación había terminado, dejando solo hijos, nietos, bisnietos y algunos aún más familia.


Decidimos que iríamos al velorio de la hermana ese mismo día, pero sería ya por la tarde. Por fin teníamos todo listo y comenzamos el viaje, tuvimos que pasar Allende, Matamoros y otras rancherías para llegar finalmente a General Terán N.L., “futura capital del mundo”, los últimos 500 metros fueron de un camino de terracería, pero al llegar estaban las casitas, iguales a como las recordaba, color blanco. La noche estaba muy fresca por eso ya tenían el fuego para calentar a las personas, que en su mayoría eran de edad avanzada, claro, dice papá que él era el más joven de todos…


Fuimos a saludar a la mayoría de los familiares, pues parecían no acabarse, había primos segundos, terceros.. y hasta cuartos… más los tíos, en ellos vi una mirada de tranquilidad, como resignación, porque la vida en el campo es dura y aunque hacía años que no cosechaban la tierra, ganarse la vida no les era nada fácil. Las conversaciones avanzaban y fueron desde anécdotas de la juventud, hasta el recuerdo del tío Chente, que al llegar a la fiesta, “aventó el bordón pa’ sacar a bailar a las muchachas”… ya avanzada la noche, el chistido de una lechuza, tornó la conversación en brujas y los 12 rezos, con las afirmaciones de haber visto y hasta “bajado” a una de esas lechuzas.


Después de eso nos invitaron a cenar, era borrego en salsa con sopa de arroz, pues acá en los pueblos, se acostumbra en estas ocasiones que no falte el café y la comida, ya que le hacen compañía al cuerpo toda la noche, hasta el sepelio, que algunas veces es hasta dos días después, para esperar que lleguen todos los familiares, muchos de ellos ahora están en EE.UU. y no todos pueden regresar.


Ya pasada la media noche, me acerqué al féretro y me sorprendió lo parecida que era a mi abuela, me hizo recordarla, pero al fin de cuentas eran hermanas y tenían la misma manera tan peculiar de decir: “hay mondao” mientras hacían un ademán con la mano derecha, el tono de la piel y la forma de la cara, me hizo sentir por un momento que regresaba el tiempo un año…

Dos horas después y a 6 °C, decidimos que era tiempo de regresar pues aún había camino que recorrer…

HomeroMx

1 comentario:

Cuatroletras dijo...

La sensibilidad y la empatía con la que describes un hecho tan especial como este, me llevo junto a esa fogata,con los gestos, risas, ademanes y palabras que describen una familia.

La muerte y los nacimientos unen a las familias, acontecimientos que nos lleva a una retrospectiva de quienes somos y de que somos parte.

Los abuelos nos llevan al pasado con sus historias y nos dan una marca de amor y cariño en la niñez.

Aún puedo recordar a mi abuela materna con la que viví gran parte de mi niñez y adolescencia, sus palabras, sus arrugas tan dulces, sus besos, creo que su bendición eterna es lo que me hace tan feliz siempre.

A diferencia tuya, no quise verla en el féretro, no quería recordarla así, me quede con su imagen en una silla, en medio de la huerta y peinando sus canas.

Gracias por la remembranza y por compartir este pasaje de familia.

Un abrazo de amor y cariño.